Frederico Garcia Lorca
El duende... ¿Dónde está el duende? Por el arco huero entra un aire mental que sopla con insistencias sobre las cabezas de los muertos, en busca de nuevos paisajes y acentos ignorados; un aire con olor de saliva de niño, de hierba pisada y velo de aguamar que anuncia el constante bautizo de las cosas recién creadas.
A buscar el duende no hay mapa ni ejercicio. Solo se sabe que él quema la sangre como un brebaje de vidrios, que agota, que rechaza todo el dulce geometría aprendida, que rompe los estilos...
La llegada del duende presupone siempre una transformación radical en todas las formas sobre viejos planes, da sensaciones de frescor totalmente inéditas, con una calidad de rosa recién creada, de milagro, que llega a producir un entusiasmo casi religioso...
En toda música árabe, baila, ¡canción o elegía, la llegada del duende es saludada con enérgicos "Alá, Alá!", "¡Dios, Dios!", ¡tan próximos del "Olé!" de los tauros que quizá sea el mismo; y en todos los cantos del sur de España el aparecimiento del duende es seguida por sinceros gritos de "¡Viva Dios!", profundo, humano, tierno grito de una comunicación con Dios por medio de los cinco sentidos, gracias al duende que agita la voz y el cuerpo de la bailarina...
El duende... ¿Dónde está el duende? Por el arco huero entra un aire mental que sopla con insistencias sobre las cabezas de los muertos, en busca de nuevos paisajes y acentos ignorados; un aire con olor de saliva de niño, de hierba pisada y velo de aguamar que anuncia el constante bautizo de las cosas recién creadas.
A buscar el duende no hay mapa ni ejercicio. Solo se sabe que él quema la sangre como un brebaje de vidrios, que agota, que rechaza todo el dulce geometría aprendida, que rompe los estilos...
La llegada del duende presupone siempre una transformación radical en todas las formas sobre viejos planes, da sensaciones de frescor totalmente inéditas, con una calidad de rosa recién creada, de milagro, que llega a producir un entusiasmo casi religioso...
En toda música árabe, baila, ¡canción o elegía, la llegada del duende es saludada con enérgicos "Alá, Alá!", "¡Dios, Dios!", ¡tan próximos del "Olé!" de los tauros que quizá sea el mismo; y en todos los cantos del sur de España el aparecimiento del duende es seguida por sinceros gritos de "¡Viva Dios!", profundo, humano, tierno grito de una comunicación con Dios por medio de los cinco sentidos, gracias al duende que agita la voz y el cuerpo de la bailarina...
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